lunes, 16 de marzo de 2009

Hola, ya estamos a lunes y nos espera una semana soleada para disfrutar. Aquí hay un nuevo capítulo.


CAPITULO DIEZ. NUEVAS REVELACIONES

Celia abrió el grifo de la bañera para que se llenase y mientra lo hacía sacó de su neceser un pequeño frasco con sales de baño para echarlas sobre el agua. Se desnudó, se recogió el pelo en un moño alto y se metió en el tibio líquido transparente y con olor a lavanda. Estaba cansada pero cuando se hubo acomodado dentro del agua se sintió más relajada. No solía usar casi nunca las sales pero cuando se encontraba realmente cansada no le venía mal un aroma como aquel que le recordaba las noches en las que su madre aún estaba en casa y se bañaba de esa forma.
Su madre. Su madre había intentado persuadirla para que no viniera hasta Zaragoza pero como siempre no había podido convencerla, en su lugar le había pedido que le hiciera unas compras y que se llevara a la nueva dependienta para que no fuera sola. Tenía buenas referencias de Laia y le sería de gran ayuda, pero no le quiso decir qué clase de referencias tenia. Sabía que había estado trabajando en la tienda de bisuterías y antes de eso en un supermercado pero nada más. Su madre conocía algo más sobre Laia que no quería contarle. Siempre andaba con misterios.
Se frotó la piel con una pequeña esponja del hotel y salió de la bañera poniéndose una gran toalla. Se calzó con sus propias zapatillas que siempre llevaba a los viajes y se tumbó en la cama cogiendo el mando de la tele.
Eran las seis de la tarde y aún quedaban hora y media para bajar al hall donde había quedado con Tomás.
Encontró al ayudante de su padre bastante atractivo. Era moreno y llevaba unas gafas que le tapaban esos bonitos ojos verdes que tenía. Nariz ni grande ni pequeña y unos labios perfectos. Tendría unos 30 años. Llevaba más de cinco años con su padre y eran grandes amigos porque su padre siempre lo mencionaba cada vez que venía de viaje, pero nunca lo había traído a casa y por eso no lo conoció cuando se sentó casi a su lado en el hall.
Miró la tele sin mucho interés. Era domingo y a esas horas de la tarde no solían dar nada interesante en la tele. Se quitó la toalla y se metió entre las sábanas desnuda. No tardó ni cinco minutos en dormirse.
Cuando se despertó eran las siete y cuarto. Saltó de la cama y corrió a ponerse la ropa interior, un pantalón negro a y una blusa blanca escotada y de manga tres cuartos. Cogió una chaqueta, también negra, de punto grueso por si salían a la calle y su bolso. Se calzó unas bailarinas y salió de la habitación
Bajó hasta recepción por uno de los dos ascensores y llegó hasta el hall donde vio enseguida a Tomás. Se acercó hasta él ambos de dirigieron hasta el bar del hotel.
- ¿Qué quieres tomar?- le dijo amable.
- Un pacharán sin hielo
Tomás le hizo un ademán a uno de los botones para que se acercará y le pidió las bebidas que no tardó en traerlas.
- ¿Y bien?- dijo Celia una vez hubo tomado un sorbo a su bebida que le supo a gloria.
- Tu padre te ha hablado de mi en alguna ocasión ¿no?
- Si, eres el único ayudante que tiene y te lleva a todas las expediciones.
- Si, soy profesor como él y ahora llevó un par de meses en Egipto trabajando en una excavación cerca de El Cairo.
- Eso suena emocionante.
- Pues no lo es tanto. Nos dedicamos a sacar piezas antiguas de excavaciones ya echas por otros arqueólogos y les ayudamos a catalogarlas.
- Me sigue pareciendo emocionante.
- Pues tu padre y yo teníamos un proyecto nuevo que sólo lo estudiábamos nosotros. La ubicación de la tumba de un faraón que creímos había sido descubierta hacía algunos años, pero que en realidad no fue así. Los datos que nos dieron de esa excavación no eran del todo exactos y por eso nos llamó la atención. Decidimos investigar por nuestra cuenta y llegamos a unas conclusiones asombrosas. La tumba descubierta era falsa pero lo mejor del caso es que sí sabíamos la nueva dirección. No quisimos decir nada a nadie hasta estar seguros del todo. Si hallábamos la auténtica entonces tendríamos la prueba definitiva.
- ¿Y la hallasteis?- dijo intrigada.
- Fue cuando tu padre vino a Zaragoza para hablar con un amigo influyente y que nos dejara un par de meses más para excavar porque nuestro tiempo en el desierto acababa en poco más de una semana. El resto de la historia ya la conoces.
- Si.- se produjo un silencio incómodo hasta que un camarero se acercó a ellos les dijo que la mesa para la cena ya estaba preparada. Celia añadió que debían poner un cubierto más ya que Laia bajaría también a cenar.
-¿ Laia?- dijo Tomás
- Si, mi amiga. Bueno en realidad es la ayudante de mi madre, está contratada desde hace un par de días.
-¿ No estaba en casa de su madre?
- Si, pero hemos decidido que por su seguridad venga a dormir al hotel.
- ¿Seguridad?- se extrañó Tomás
- Esta tarde nos ha estado siguiendo un desconocido.
Celia le contó que habían ido a ver a la mujer de Mauricio y que ella les había contado que su marido también había desaparecido el mismo día que el doctor Cazorla.
- Esto no me gusta nada- dijo preocupado- Esta noche es mejor que cerréis bien la puerta con algo y durmáis juntas.
- Me estás asustando.
- Mañana debéis volver a Barcelona
-Ni hablar
-Esto no es un juego de niños. Podría ser peligroso.
- ¿Los mismos que posiblemente tienen a mi padre? Porque a estas alturas podemos hablar de un secuestro.
- Yo también estoy de acuerdo, por eso es mejor que os marchéis.
- Si quieren algo de nosotras da igual donde nos escondamos porque si sabe quién soy también sabrán donde vivo.
Tomás miró a una mujer que acababa de aparecer por la puerta del restaurante. Se acercó a ellos.
- Hola- exclamó Laia.
- Hola, adelante- dijo Celia indicándole el asiento.
- Tú debes de ser Laia- exclamó Tomás sin dejar de mirarla.
- Así que tu eres Tomás- dijo extendiéndole la mano.
Celia la puso al corriente de todo y pidieron la cena.

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