Hola,
el echo de haber escrito casi cuatro capítulos seguidos no significa que vaya a publicar todos los días uno porque no siempre tengo tiempo para hacerlos o la inspiración puede quedarse en blanco. Pero aquí tenemos el que escribí ayer por la tarde que espero os guste. Advierto que no estan muy revisados por lo que igual se encuentran faltas gramaticales o alguna otra cosilla más.
CAPITULO CUATRO. LA ENTREVISTA
Laia volvió a colocar la pulsera decorada con pequeñas bolitas de azabache en el escaparate después de enseñársela a una clienta, la cual al final se había decantado por un juego de sencillos pendientes de perlas falsas. Volvió a coger el trapo del polvo y siguió limpiando las estanterías de madera que había esparcidas por toda la tienda. Una vez hubo acabado con la limpieza volvió hasta el mostrador y cogió la revista de decoración de interiores. No es que fuera a decorar su sala de estar porque al ser tan pequeña no cabía más que una estantería y el mueble para la televisión pero le gustaba hojearlas y ver aquellos grandes salones tan bien iluminados y tan bien decorados. La casa donde se había criado sí que tenía un gran salón pero ahora tenía que conformarse con su pequeño piso en el centro.
- Hola Laia- exclamó una voz conocida frente a ella.
- ¡Mark, que sorpresa!- dijo alegre mientras cerraba la revista y la volvía a guardar fuera de los ojos de los clientes.
- ¿ Ocupada?
- Siempre tan gracioso. Ya sabes que en esta tienda se aburre una como una ostra- dijo al tiempo que salía del mostrador y le daba un beso en los labios. Éste la abrazó por la cintura e intensificó su beso.
- ¡ oye!- exclamó separándose de él.- que vamos a dar un espectáculo.
- Si hubiera gente si, pero aquí no hay problema.
- ¿No trabajabas hoy?
- Si, pero me he escapado un rato y he venido a darte una buena noticia.
- Te he encontrado un trabajo nuevo.
Laia lo miró intrigada
-¿ De qué que trata?
- La tía de un amigo mío está buscando a una ayudante para su tienda de decoración y como sé que esas cosas te van he pensado que podrías ir a la entrevista.
La cara de Laia se iluminó de repente y volvió a abrazar a su novio.
- ¿Y cuando es la entrevista?
- Esta tarde a las ocho.
- Pero hasta las ocho y media no cierro aquí.
. No está muy lejos y puedes hacer una excepción cerrando antes.
- ¿ y si llama mi jefe?
. Pues le dices que te has puesto mala y le llamas a las ocho para decirle que tienes que cerrar la tienda antes de lo previsto. - Mark se sacó del bolsillo de su tejano la cartera para sacar un papel con la dirección de la entrevista. Se la entregó a Laia.
- Pero me sabe mal mentir a mi jefe.
- ajajá, mira que eres buena Laia. Tu jefe ya te contó que esta tienda iba a ser cerrada y que no podría llevarte a alguna de las otras así que no tienes mas remedio que buscarte la vida.
- Tienes razón pero entonces es mejor que le diga la verdad.
- Ni se te ocurra porque pensará que menosprecias la tienda y entonces se enfadará.
Laia miró hacia el teléfono que descansaba en la estaría que se encontraba detrás del mostrador y asintió con la cabeza a Mark.
- Tengo que marcharle ya, sólo he venido para desearte suerte.- volvieron a besarse y se despidieron no sin antes quedar para cenar en un pequeño restaurante al lado de la iglesia de Santa María del Mar.
Laia se pasó toda la tarde pensando en la entrevista y no prestó mucha atención a los clientes que pasaron por la tienda, ni siquiera a la señora mayor que había comprado el colgante de azabache que tan amorosamente había puesto en el escaparate antes de la llegada de Mark.
Mark.
Había conocido a Mark hacía poco más de medio año. Tenían una amiga en común e hizo que se conocieran en una especie de cita a ciegas sin que ninguno de los dos lo supiera. El plan de su amiga fue quedar con Laia y al mismo tiempo con Mark en el cine y luego una vez echas las presentaciones y con las entradas compradas María dio una excusa poco convincente y se largó a todo corrrer. Como tenían las entradas compradas las aprovecharon y fueron a verla juntos Después de salir del cine decidieron ir a cenar y una cosa llevo a la otra. La atracción fue mutua y en un mes de citas más se acostaron y luego comenzaron a salir como pareja.
Laia llamó a su jefe a la hora prevista llena de nervios y pareció creerla sin ningún reparo, así que cerró la tienda y se dirigió hasta Urquinaona, donde estaba situada la tienda. La vio nada más llegar a la calle con letras grandes “DECASA, decoración interior”. Abrió la puerta y una pequeña campanilla resonó por toda la tienda.
- Buenas tardes- dijo a la dependienta que había salido de la trastienda a recibirle. Era una chica joven, de unos veinte años, pelo negro y largo lleno de atrayentes tirabuzones.
- Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarle?
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