viernes, 20 de marzo de 2009

Hola,
He podido terminar un capítulo antes del fin de semana. Ahí va:


CAPITULO DOCE. LA DESAPARICIÓN

Tomás decidió ponerse algo más informal para ir a visitar a la mujer de Mauricio. Se puso los tejanos y una camisa a rayas azules de manga corta. Se volvió a mirar al espejo, cogió el peine y se peinó en ondulado cabello negro. Se puso las gafas y salió de la habitación cogiendo la tarjeta magnética.
Caminó sin mucha prisa, eran las nueve de la mañana y pese a ser fiesta mucha gente no tenía el privilegio de no trabajar por lo que el centro estaba lleno. Se paró en la parada de autobús y esperó poco más de diez minutos hasta que llegó el que buscaba. Tras picar el billete en la máquina se sentó en el único asiento libre que quedaba.
Tomás miró las calles de la ciudad sin mucho interés, su mente estaba absorta en Juan. Llevaba más de cinco años trabajando para él y lo consideraba un amigo de los de verdad. El día que lo conoció fue en la universidad donde estaba impartiendo una de sus clases. Cuando acabó la clase se acercó a él le debatió un punto con el que no estaba de acuerdo en su exposición y, tras discutir un rato, le dio la razón. Desde ese momento Juan se fijó en él y siguió sus pasos en la carrera hasta que la acabó y le propuso ser su ayudante en una expedición que tenía que hacer a Egipto. Que nada más acabar la carrera te propongan algo semejante es un privilegio. Así que se marcharon los dos a África y desde entonces han trabajado juntos. Ahora se sentía culpable por no haberle acompañado a Zaragoza cuando se lo propuso hacía una semana, si hubiera ido seguramente ahora estaría bien.
El autobús pasó el río Ebro y llegó hasta el Actur donde se bajó en la parada de Gran Casa, un centro comercial. Se encaminó por unas calles adyacentes y llegó hasta el bloque de Carmen. Picó el segundo primera pero no contestó nadie. Lo volvió a intentar un par de veces más pero no hubo respuesta hasta que una mujer salió de la portería.
- ¿Por quien pregunta?- dijo amable la mujer.
- Por Carmen Sánchez, parece que no está ahora en casa.
- Precisamente he hablado esta mañana con ella y me ha dicho que se marchaba a un viaje.
- ¿Y sabe a donde?
- Lo siento pero no lo se. ¿Es usted pariente suyo?
- Un primo lejano.- mintió
- Pues lo siento pero se ha marchado y parecía tener mucha prisa. No hace ni una hora que la vi con una gran maleta y por eso le pregunté.
- Gracias- dijo Tomás.
- No hay de que.
Tomás vio alejarse a la mujer con el carro de la compra.
- ¿ y ahora qué?
No tenía ninguna pista pero Celia y Laia sí que podían dar con algo aquella misma mañana.

jueves, 19 de marzo de 2009

Hola,
Llevo un par de días algo vagos y no me apetece mucho escribir, me encuentro algo cansada. Pero prometo ponerme las pilas y seguir con la historia. Mi propósito es acabarla.
Hace unos días geniales y aún espero ver en el cielo a las golondrinas que son las portadoras indiscutibles del buen tiempo primaveral. El otro día creí ver una pero me confundí con un pequeño murciélago.
Hola,
Ayer estuve mirando los asientos que quedaban para el concierto de Sergio Dalma y hay que decir que en platea sólo quedaba uno. Si que se han acabado pronto, menos mal que le dije a una amiga que las cogiera en cuanto colgara de hablar conmigo porque si no se acabarian los buenos sitios. En mes y medio podremos escuchar a Sergio de nuevo. Es genial en directo porque ahí ves a los cantantes si tienen voz o no, o sea si son cantantes o solo un producto discográfico y hay que decir que Sergio se defiende con creces.

miércoles, 18 de marzo de 2009

CAPITULU ONCE. LA CITA

Después de cenar volvieron a bar y pidieron unos licores. Los tres se sentaron en unos cómodos sillones. Laia cogió postura en el suyo y se sintió más relajada. Había sido una tarde muy divertida pese al cielo encapotado y la amenaza de otro posible diluvio pero tuvieron suerte y no cayeron más que cuatro gotas. Recorrieron el centro de Zaragoza y a Laia le gustó mucho pero lo que más le impresionó fue la Aljafería. Una construcción del siglo XI durante el reinado de la segundo monarca de la dinastía de los Banu Hud, Abú Yafar Ahmad ibn Sulayman. Tuvieron suerte y llegaron justo a la hora de las visitas guiadas, por lo que se enteraron de cosas sumamente interesantes.
- He quedado dentro de media hora con la mujer de Mauricio.- dijo
Tomás.
- Todo parece muy misterioso ¿porqué te citará a esas horas en un lugar tan concurrido?- dijo Celia
- Es obvio que tiene miedo de alguien. Te acompañaremos- exclamó Laia tajante.
- No lo haréis.
- Claro que si.
- Nosotras tenemos la clave para averiguar toda la correspondencia que mantenía el doctor Cazorla con Mauricio y si quieres que compartamos la información tendrás que dejarnos ir.- dijo Laia triunfante.
- Mira que sois pesadas.
Ambas sonrieron mientras se miraban.
- ¿Vamos pues? Nos queda un trecho hasta llegar a Vips.
Se levantaron y tras ponerse sus chaquetas porque en la calle aún hacía algo de fresco salieron a la noche.
Pese a ser domingo en la calle seguía habiendo gente porque el lunes era fiesta y todos aprovechaban para disfrutar. Caminaron Paseo Independencia arriba hasta llegar a la Plaza Aragón, allí se esperaron frente a la tienda que ya estaba cerrada.
Allí estuvieron en silencio durante más de media hora expectantes.
Celia pensó en su padre y en si se encontraría bien. Le quería con locura y pensar en no saber donde se encontraba la asustaba. Siempre había estado junto a él y se sentía orgullosa de ser su hija. Desde el divorcio con su madre se había unido aún más y cuando estaban juntos en la casa se pasaban horas hablando. Por eso lo que no entendía de todo el asunto era que su padre no le hubiera contado nada sobre el descubriendo de su investigación. Celia observó a Tomás disimuladamente y se preguntó hasta qué punto eran amigos. Llevaban mucho tiempo trabajando juntos.
- No parece que vaya a aparecer- dijo de repente Laia.
- ¿Qué deberíamos hacer entonces?- exclamó Celia.
- Esperar un poco más y si no aparece volveremos al hotel. Mañana ve a ver a tu amigo informático a ver si nos da alguna pista, y yo iré a ver otra vez a la mujer de Mauricio. Quizás me haya visto con vosotras y por eso no se ha acercado.
- Puedes ser.

martes, 17 de marzo de 2009

hola
y ahora la historia se complica y me dejaré guiar por los personajes. Hace mucho tiempo que no escribo de este modo porque yo suelo tener un esquema muy bien definido de cada capítulo de principio a fin de la historia , pero escribiendo en el blog no he echo nada parecido.
Hoy no hay capítulo porque no he tenido tiempo de escribirlo todo.

lunes, 16 de marzo de 2009

Hola, ya estamos a lunes y nos espera una semana soleada para disfrutar. Aquí hay un nuevo capítulo.


CAPITULO DIEZ. NUEVAS REVELACIONES

Celia abrió el grifo de la bañera para que se llenase y mientra lo hacía sacó de su neceser un pequeño frasco con sales de baño para echarlas sobre el agua. Se desnudó, se recogió el pelo en un moño alto y se metió en el tibio líquido transparente y con olor a lavanda. Estaba cansada pero cuando se hubo acomodado dentro del agua se sintió más relajada. No solía usar casi nunca las sales pero cuando se encontraba realmente cansada no le venía mal un aroma como aquel que le recordaba las noches en las que su madre aún estaba en casa y se bañaba de esa forma.
Su madre. Su madre había intentado persuadirla para que no viniera hasta Zaragoza pero como siempre no había podido convencerla, en su lugar le había pedido que le hiciera unas compras y que se llevara a la nueva dependienta para que no fuera sola. Tenía buenas referencias de Laia y le sería de gran ayuda, pero no le quiso decir qué clase de referencias tenia. Sabía que había estado trabajando en la tienda de bisuterías y antes de eso en un supermercado pero nada más. Su madre conocía algo más sobre Laia que no quería contarle. Siempre andaba con misterios.
Se frotó la piel con una pequeña esponja del hotel y salió de la bañera poniéndose una gran toalla. Se calzó con sus propias zapatillas que siempre llevaba a los viajes y se tumbó en la cama cogiendo el mando de la tele.
Eran las seis de la tarde y aún quedaban hora y media para bajar al hall donde había quedado con Tomás.
Encontró al ayudante de su padre bastante atractivo. Era moreno y llevaba unas gafas que le tapaban esos bonitos ojos verdes que tenía. Nariz ni grande ni pequeña y unos labios perfectos. Tendría unos 30 años. Llevaba más de cinco años con su padre y eran grandes amigos porque su padre siempre lo mencionaba cada vez que venía de viaje, pero nunca lo había traído a casa y por eso no lo conoció cuando se sentó casi a su lado en el hall.
Miró la tele sin mucho interés. Era domingo y a esas horas de la tarde no solían dar nada interesante en la tele. Se quitó la toalla y se metió entre las sábanas desnuda. No tardó ni cinco minutos en dormirse.
Cuando se despertó eran las siete y cuarto. Saltó de la cama y corrió a ponerse la ropa interior, un pantalón negro a y una blusa blanca escotada y de manga tres cuartos. Cogió una chaqueta, también negra, de punto grueso por si salían a la calle y su bolso. Se calzó unas bailarinas y salió de la habitación
Bajó hasta recepción por uno de los dos ascensores y llegó hasta el hall donde vio enseguida a Tomás. Se acercó hasta él ambos de dirigieron hasta el bar del hotel.
- ¿Qué quieres tomar?- le dijo amable.
- Un pacharán sin hielo
Tomás le hizo un ademán a uno de los botones para que se acercará y le pidió las bebidas que no tardó en traerlas.
- ¿Y bien?- dijo Celia una vez hubo tomado un sorbo a su bebida que le supo a gloria.
- Tu padre te ha hablado de mi en alguna ocasión ¿no?
- Si, eres el único ayudante que tiene y te lleva a todas las expediciones.
- Si, soy profesor como él y ahora llevó un par de meses en Egipto trabajando en una excavación cerca de El Cairo.
- Eso suena emocionante.
- Pues no lo es tanto. Nos dedicamos a sacar piezas antiguas de excavaciones ya echas por otros arqueólogos y les ayudamos a catalogarlas.
- Me sigue pareciendo emocionante.
- Pues tu padre y yo teníamos un proyecto nuevo que sólo lo estudiábamos nosotros. La ubicación de la tumba de un faraón que creímos había sido descubierta hacía algunos años, pero que en realidad no fue así. Los datos que nos dieron de esa excavación no eran del todo exactos y por eso nos llamó la atención. Decidimos investigar por nuestra cuenta y llegamos a unas conclusiones asombrosas. La tumba descubierta era falsa pero lo mejor del caso es que sí sabíamos la nueva dirección. No quisimos decir nada a nadie hasta estar seguros del todo. Si hallábamos la auténtica entonces tendríamos la prueba definitiva.
- ¿Y la hallasteis?- dijo intrigada.
- Fue cuando tu padre vino a Zaragoza para hablar con un amigo influyente y que nos dejara un par de meses más para excavar porque nuestro tiempo en el desierto acababa en poco más de una semana. El resto de la historia ya la conoces.
- Si.- se produjo un silencio incómodo hasta que un camarero se acercó a ellos les dijo que la mesa para la cena ya estaba preparada. Celia añadió que debían poner un cubierto más ya que Laia bajaría también a cenar.
-¿ Laia?- dijo Tomás
- Si, mi amiga. Bueno en realidad es la ayudante de mi madre, está contratada desde hace un par de días.
-¿ No estaba en casa de su madre?
- Si, pero hemos decidido que por su seguridad venga a dormir al hotel.
- ¿Seguridad?- se extrañó Tomás
- Esta tarde nos ha estado siguiendo un desconocido.
Celia le contó que habían ido a ver a la mujer de Mauricio y que ella les había contado que su marido también había desaparecido el mismo día que el doctor Cazorla.
- Esto no me gusta nada- dijo preocupado- Esta noche es mejor que cerréis bien la puerta con algo y durmáis juntas.
- Me estás asustando.
- Mañana debéis volver a Barcelona
-Ni hablar
-Esto no es un juego de niños. Podría ser peligroso.
- ¿Los mismos que posiblemente tienen a mi padre? Porque a estas alturas podemos hablar de un secuestro.
- Yo también estoy de acuerdo, por eso es mejor que os marchéis.
- Si quieren algo de nosotras da igual donde nos escondamos porque si sabe quién soy también sabrán donde vivo.
Tomás miró a una mujer que acababa de aparecer por la puerta del restaurante. Se acercó a ellos.
- Hola- exclamó Laia.
- Hola, adelante- dijo Celia indicándole el asiento.
- Tú debes de ser Laia- exclamó Tomás sin dejar de mirarla.
- Así que tu eres Tomás- dijo extendiéndole la mano.
Celia la puso al corriente de todo y pidieron la cena.

domingo, 15 de marzo de 2009

Hola
Por fin tengo las entradas de Sergio Dalma. Estoy que salto de alegría. Llevamos mirando mi hermana y yo a ver cuando ponían las entradas a la venta y por un par de días se nos ha pasado y ahora no podemos tener las primeras filas centradas, siempre nos pasa lo mismo. Pero bueno, no importa. VEREMOS A SERGIO EN CONCIERTO. Je, je je. Me encanta verlo en concierto porque tiene una buena voz y sus canciones me encantan desde siempre.

viernes, 13 de marzo de 2009

Hola, ya estamos a las puertas de otro fin de semana con lo cual este capítulo será el último de la semana. Ya he empezado a escribir el décimo pero aún hay que pulirlo un poco.
saludos y buen fin de semana.

CAPITULO NUEVE. TURISMO POR LA CIUDAD


Nada más salir a la calle Celia abrió su paraguas y pisó las aceras mojadas con sus zapatillas deportivas. Estaba visto que no iba a hacer muy buen tiempo para visitar la ciudad pero ella y Laia habían quedado a eso de las 11 de la mañana en la Plaza de Aragón frente al McDonalds. La tarde anterior y tras ir a la tienda de muebles que su madre le había recomendado había decidido ir ella sola al hotel de su padre mientras Laia se tomaba la tarde libre, pero como en el hotel no le habían resulto ninguna de sus dudas y para estar más metida en el edificio decidió coger una habitación mientras que Laia seguía en el piso de su madre. Así habían quedado en encontrarse para hacer turismo juntas.
Celia había pensado en no contarle nada a su empleada y despacharla aquella misma mañana en el autocar de regreso a Barcelona para no meterla en problemas, pero al final le dio el pálpito de que podía confiar en ella y le contó todo lo que pretendía hacer. Laia decidió que no iba a dejar sola a Celia y también la ayudaría en su investigación, por eso había ido a la casa del amigo de su padre llamado Mauricio para investigar.
Eran las once y media cuando Laia entró en la cadena de restaurantes de comida rápida y se dirigió al piso de arriba. Allí la estaba esperando Celia con un refresco en su mano.
- Hola- dijo mientras se quitaba el anorak empapado y lo dejaba colgado en el respaldo de la silla.
- ¿Todo bien?
- No he averiguado mucha cosa. Su mujer me ha recibido y me ha dicho que su marido también está desaparecido desde el mismo día que tu padre.
- Vaya, esto se pone interesante.
- Pero no me ha querido contar en que trabajaba su marido y el doctor Cazorla, sólo que hablaban por Internet todas las semanas.
- No mires atrás, pero hay un hombre que no deja de mirarnos de reojo, a entrado al mismo tiempo que tu, creo que te está siguiendo.
Laia se puso algo nerviosa ante tal perspectiva pero no le dijo nada a Celia. Quería parecer valiente.
-¿ y qué hacemos ahora?- dijo Laia en voz mas baja.
- Pues averiguar de qué hablaban mi padre y Mauricio por internet.
- ¿ y como lo vas ha hacer?
- Tengo un amigo que sabe bastante de informática y vive en Zaragoza. Hace mucho que no hablo con él pero no creo que haya problema.
Celia sacó el móvil y marcó la agenda en busca del nombre de Alex Ruiz. Marcó el número y tras una breve charla colgó el auricular.
- Podremos quedar con él mañana por la mañana. Hoy no puede quedar así que no nos queda otro remedio que ir de turismo. ¿ Hiciste ayer turismo?
- Un poco, pero comenzó a llover enseguida. Mira- dijo señalando con la cabeza la ventana de local.- parece que ha parado de llover.
- Tenemos suerte. ¿Tienes hambre?
- No, he desayunado bien en un café al lado de la casa de tus padres.
Ambas salieron a la calle y comenzaron a subir el Paseo Independencia. Detrás de ellas un hombre las seguía muy de cerca.

jueves, 12 de marzo de 2009

CAPITULO OCHO. TOMÁS

El hall del hotel bullía de actividad al estar situado frente a recepción pero a Tomás no le importaba y se hallaba sentado en uno de los cómodos sillones de cuero negro mientras se tomaba una copa y observaba por el gran ventanal como la lluvia mojaba todas la aceras y las limpiaba. Había estado tanto tiempo en el desierto que la lluvia que estaba mirando era como un bálsamo para él. Dejó de mirar hacia la calle y centró toda su atención en una chica joven que se hallaba frente a una máquina de refrescos de la entrada. No era especialmente atractiva, ojos grandes, frente ancha, nariz respingona y cara alargada pero las pecas que tenía sobre la nariz la conferían un aspecto pícaro y divertido, eso y su peinado que eran dos pequeñas trenzas a los lados de la cara que le llegaban hasta los hombros. Vestía de informal con unos viejos tejanos y una camiseta de manga larga lisa y negra. Tendría unos veinte años. La miró mientras golpeaba la máquina de los refrescos al no darle su bebida y profiriendo una palabrota se dirigió hasta la recepción para quejarse de la máquina. Tardó un rato en ser atendida porque había mucha gente y cuando lo consiguió uno de los empleados la ayudó y tras darle las gracias se dirigió hasta uno de los sillones que había al lado de Tomás. Como Tomás no pudo seguir mirándola cogió el Heraldo de Aragón y se puso a leer.
No pasó ni media hora cuando el botones se acercó hasta él.
- Es usted Tomás Fergusson ¿verdad?
- Efectivamente- dijo al tiempo que doblaba el periódico.
- Esta carta es para usted.
- Gracias- y le ofreció el sobre.
Tomás miró el sobre con su nombre pero no había remitente alguno. Lo abrió:
A las 22h de esta noche en la Plaza de Aragón frente a tienda Vips. Sea puntual.
Carmen V.B
.
Era la respuesta que estaba esperando y se alegró por ello, y justo antes de levantarse la chica que antes le había llamado la atención se acercó hasta él.
- No he podido evitar al botones llamarle por su nombre. ¿ Es usted el ayudante de Juan Cazorla?
- ¿Y usted es…?- dijo mientras se levantaba.
- Soy Celia Cazorla, hija de Juan.
- Menuda sorpresa- exclamó Tomás sorprendido.- No tenía ni idea de que anduviera por la ciudad.
- Me parece que vengo por el mismo motivo que tu porque tampoco eres de estos lugares.
Tomás dudó en contarle la verdad pero era la hija de Juan y tenía todo el derecho de saberlo.
- Es mejor que no hablemos aquí, hay mucho alboroto. ¿ Te hospedas en este hotel?
- Ahora sí.
- ¿ Y que haces en este hotel?
- Es el hotel donde se hospeda mi padre cada vez que viene a Zaragoza y quería saber si estuvo aquí la última vez.
-¿ Y que te han dicho?
- Pues que es información confidencial y que sólo la policía tuvo el derecho de preguntarle. Me di jeron que les preguntara a ellos, pero no saben gran cosa y por eso estoy aquí de nuevo, para investigar por mi cuenta.
- Esto no es una película.
- Lo se, pero ellos no parece que hagan nada y estoy harta de esperar.
- Lo entiendo, lo mismo me pasa a mi, pero será mejor que lo hablemos esta noche en la cena.¿Te viene bien a eso de las siete y media aquí en el hall?
- ¿Tan pronto cenas
- Tomaremos algo antes.
- De acuerdo, nos vemos a esa hora.
Se dieron la mano y Celia se marchó en dirección a la calle.

miércoles, 11 de marzo de 2009

CAPITULO SIETE. UN CAMBIO DE AIRES

Cuando Celia entró en la estación de autobuses una oleada de gente la rodeó casi al momento. Era viernes por la mañana y los viajeros se amontonaban en las colas para comprar los billetes. Muchos de ellos por viajes de placer de fin de semana. Arrastró su maleta azul marino de ruedas por el parquet de la estación hasta bajar por las escaleras mecánicas y se dirigió hasta la tienda de periódicos. Desde los cristales del local pudo ver que había cola para pagar pero como necesitaba comprar algunas revistas no le importó esperar un rato. Además, su autocar no salía hasta dentro de media hora y tenía tiempo de sobras para comprar también algo de picar en la tienda de golosinas.
Después de gastarse más de diez euros se sentó en uno de los bancos de metal que había frente a la zona donde aparcaban los autobuses que iban a salir y, cruzando sus piernas, miró hacía los otros viajeros.
Celia se fijó en una pareja de jóvenes abrazados en el andén y besándose como si no se fueran a ver nunca más. Se sintió un poco cohibida al perturbar su intimidad pero siguió mirándolos con interés. El joven, después de colocar su maleta en el portaequipajes volvió a besar a la chica y se despidió. Ella se quedó esperando hasta que el autobús arrancó y después de dedicarle su último adiós con la mano miró el reloj y se marchó de la estación.
En las pantallas anunciaron que el autocar con destino a Zaragoza estaba preparado para que la gente subiera, así que Celia se levantó con tranquilidad y se acercó hasta el gran autocar azul con letras en blanco que ponía ENATCAR. Dejó su maleta en la panza del vehículo y después de darle el billete al conductor se sentó en su número de asiento asignado que estaba en la ventanilla. Miró hacia afuera para ver como los viajeros se amontonaban para dejar también sus maletas en el mismo sitio que Celia.
- Perdona- exclamó una voz femenina a su costado- ¿Eres Celia?
- Tu debes de ser Laia- la nueva dependienta de su madre vestía con unos pulcros tejanos negros y una camisa blanca a rayas también negras. Su pelo era castaño oscuro y lo llevaba recogido en una coleta con pasadores a los lados para que no se le soltase ninguna brizna. Laia se sentó junto a ella y se dieron la mano.
- Me alegro de conocerte.
- Siento el repentino viaje que te hemos propuesto nada más empezar tu trabajo.
- No importa. Al final las circunstancias hacían que mi jefe tuviera que cerrar la tienda y no le ha molestado que me marchara de esa forma. Si las cosas hubieran sido diferentes no podría haber aceptado el trabajo tan repentinamente.
- Lo entiendo.
- Marta, la chica que se encarga de la tienda en estos momentos no me ha explicado con exactitud todo el viaje.
- Si, perdona es que no lo sabía todo. La cuestión es que tenemos un lote importante que mirar en Zaragoza y nos corría prisa por mirarlo. Mi madre suele ocuparse de estas cosas pero está de viaje aún y por eso me ha encargado a mi.
- Genial. Me encanta la decoración y los muebles que tenéis en la tienda son preciosos.
- Gracias. Los suele escoger mi madre de diferentes ciudades y luego nos los envían. En general las tiendas lo miran todo por catálogo o por Internet y lo encargan pero a mi madre le gusta ver los muebles en persona y además le encanta viajar.
- Marta también me ha dicho que estaremos dos días allí.
-Si, tengo otro asunto que atender que te lo comentaré cuando lleguemos.
-¿ Y donde dormiremos?
- En la casa que tiene mi madre en Zaragoza. Es herencia de sus padres que nacieron y vivieron en esa ciudad.
- Así que tu madre es maña.
- De pies a cabeza.
En ese momento el autocar comenzó a moverse y salieron de la estación del Norte. Se pasaron todo el viaje conociéndose un poco a lo que Celia no tuvo ocasión de abrir ninguna de las revista pero compartió los Lacasitos que había comprado.

lunes, 9 de marzo de 2009

CAPITULO SEIS. UN VIAJE INESPERADO.


Unos días después de la entrevista que había tenido Laia la llamaron por teléfono, para comunicarle que volviera a la tienda aquella misma mañana para hacerle la segunda entrevista.
Laia se encontraba en el trabajo no le quedó más remedio que llamar a su jefe para explicarle la situación. Pese a lo que Mark le había dicho su jefe no se había enfado y le había dejado que cerrara la tienda por una hora. Así que se marchó corriendo después de colgar el cartel en la entrada de la tienda de “vuelvo enseguida”. No era muy exacto pero no tenía otro cartel.
Tardó quince minutos en llegar hasta DECASA y entró en ella sin aliento. No había la ningún cliente por lo que la misma chica del otro día la atendió en el momento.
- Hola, siento haberte llamado de esta forma pero queríamos proponerte un viaje y tenía que se en persona. No es muy habitual que nada más empezar a trabajar las nuevas dependientas tengan que viajar, pero eso es un caso especial y necesitamos que te desplaces a Zaragoza a mas tardar mañana por la mañana.
-¿ Quiere decir que me contratan?
- Si… perdona- dijo algo avergonzada- tenía que haberte dicho eso primero.
- No importa.
- Ya expliqué todos los términos para este trabajo y el sueldo y no pusiste ninguna pega.
- Me encantaría trabajar para vosotros, pero ahora estoy trabajando en otra tienda y tendría que hablar con mi jefe antes de dejar el trabajo tan de repente y sin aviso alguno.
- Todos los problemas que podamos ocasionarte te serán compensados con una paga extraoficial, si te parece bien.
- Si, de acuerdo, pero tengo que hablar con mi jefe porque es una buena persona y no le puedo dejar en la estacada así como así.
- Habla con tu jefe y dinos algo esta tarde. Si accedes te podré al corriente de tu viaje.
Y dicho esto Laia salió de la tienda y caminó, esta vez, sin muchas prisas, bajando Layetana. Deseaba cambiar de trabajo y aquella nueva tienda era una oportunidad única de trabajar en lo que más le gustaba que era dar consejos a la gente sobre decoración. Lo que no entendía era el repentino viaje que debía hacer nada más incorporarse. A su jefe no le iba a gustar que dejara el trabajo así de repente y no quería causarles problemas, pero iban a cerrar la tienda de todos modos.
Después de volver a abrir la tienda Laia siguió pensando en como afrontar aquella situación, y tras una hora de deliberaciones se decidió

sábado, 7 de marzo de 2009

hola
hoy es sábado y con las dos niñas una no puede darse el lujo de hacer nada para uno mismo, y menos escribir. Con lo cual no habrá los fines de semana ningún capítulo. Ni siquiera le he puesto un título, bueno a ver como transcurren los acontecimientos y veremos qué título se merece.
Un saludo para los que me leéis. JAJAJAJAJA, como si hubiera alguien tan aburrido.

viernes, 6 de marzo de 2009

hola
quería resaltar una palabra que puse en el escrito de ayer. El nombre de la tienda DECASA me lo he inventado y no se si existe esa marca. He mencionado otras marcas expresamente, pero si hay otra tienda que se llame DECASA es pura casualidad.


CAPITULO CINCO. LA CENA


El pequeño restaurante que se encontraba frente a una de las paredes de Santa María del Mar estaba lleno de gente pero Mark y Laia habían llegado justo a tiempo de ocupar la última mesa al lado del cristal que daba a la calle y miraron aliviados como la gente comenzaba a amontonarse en la entrada para esperar el siguiente turno de comidas. No era un local muy grande pero sí con muy buena comida y por eso era difícil pillar mesa.
-¿ Y bien?- dijo Mark esperando el resultado de la entrevista de la tarde
- Pues me hizo la entrevista la chica que está a cargo de la tienda durante esta semana porque la dueña está de viaje y me tendrá que entrevistar dentro de una semana.
- Pero entonces le causaste buena impresión
- Yo creo que si- Laia recordó la entrevista. No había durado más de diez minutos y todo lo que había dicho lo había apuntado en una libreta, como probablemente habría echo con los demás candidatos.
- Me a preguntado sobre mis gusto y aficiones. Si en estos momentos trabajaba y la disponibilidad de la futura incorporación en la tienda. También si tenía inconveniente en viajar por toda España.
- ¿Viajar?
- La dueña trabaja con diferentes fabricantes por todo el territorio español y le gusta ir en persona para ver las piezas. La tienda es genial. Tiene unos muebles y unas telas de sueño. Me recuerdan un poco a las de Laura Ashley, todo muy romántico. -
- Me alegro y espero que te cojan- era obvio que a su novia le había gustado la tienda y trabajar allí sería su sueño, ahora sólo esperaba que a la dueña le gustara la actitud risueña de Laia.
Laia le cogió de la mano que tenía apoyada sobre la mesa y le acarició con ternura. Se miraron a los ojos y entonces llegó la camarera.
- ¿Qué desean?
- Una ensalada mediterránea y una fideua para compartir.
- ¿De beber?- dijo mientras apuntaba todo el pedido en una libreta.
- Vino tinto de crianza Abadal.
La chica se marchó con el pedido y entonces Laia prestó atención a la gente que tenía a su alrededor. Detrás de Mark había una pareja mayor que ya estaban comiéndose en postre, ambos no hablaban para saborear los helados que habían pedido. Una mujer, en el otro lado del local, había comenzado a hablar tan alto que todo el local escuchaba la conversación que estaba teniendo por el móvil. Todos la miraron molestos y su acompañante agarrándole la muñeca intentaba calmar a la muchacha.
- Es mi padre- exclamó una vez hubo colgado el móvil.- ha desaparecido y nadie sabe donde se encuentra. Su última localización fue en Zaragoza porque iba a visitar a un amigo pero no ha vuelto a Egipto y están todos muy preocupados.
- Seguro que no pasa nada. Se habrá liado con alguna cosa y se le ha olvidado llamaros.
- Mi padre no se olvidaría de una cosa así, Carlos, esto es grave. Tengo que marcharme, ya me dejarás el coche en otro momento.
- Pero Celia no puedes irte así- dijo suplicante
- ¿Cómo que no puedo irme así? ¿ Has escuchado lo que te he dicho?
Celia se levantó y dejó al chico plantado.
Todo el restaurante miró la escena incrédulos y como el chico pagaba a cuenta y se marchaba intentando perseguir a Celia.
- Menuda escena- dijo Mark
- La chica estaba muy exaltada, espero que se encuentre bien.
- Yo también.
La cena no tardó en llegar y no hubo más incidentes que interrumpieran su conversación.

jueves, 5 de marzo de 2009

Hola,
el echo de haber escrito casi cuatro capítulos seguidos no significa que vaya a publicar todos los días uno porque no siempre tengo tiempo para hacerlos o la inspiración puede quedarse en blanco. Pero aquí tenemos el que escribí ayer por la tarde que espero os guste. Advierto que no estan muy revisados por lo que igual se encuentran faltas gramaticales o alguna otra cosilla más.

CAPITULO CUATRO. LA ENTREVISTA

Laia volvió a colocar la pulsera decorada con pequeñas bolitas de azabache en el escaparate después de enseñársela a una clienta, la cual al final se había decantado por un juego de sencillos pendientes de perlas falsas. Volvió a coger el trapo del polvo y siguió limpiando las estanterías de madera que había esparcidas por toda la tienda. Una vez hubo acabado con la limpieza volvió hasta el mostrador y cogió la revista de decoración de interiores. No es que fuera a decorar su sala de estar porque al ser tan pequeña no cabía más que una estantería y el mueble para la televisión pero le gustaba hojearlas y ver aquellos grandes salones tan bien iluminados y tan bien decorados. La casa donde se había criado sí que tenía un gran salón pero ahora tenía que conformarse con su pequeño piso en el centro.
- Hola Laia- exclamó una voz conocida frente a ella.
- ¡Mark, que sorpresa!- dijo alegre mientras cerraba la revista y la volvía a guardar fuera de los ojos de los clientes.
- ¿ Ocupada?
- Siempre tan gracioso. Ya sabes que en esta tienda se aburre una como una ostra- dijo al tiempo que salía del mostrador y le daba un beso en los labios. Éste la abrazó por la cintura e intensificó su beso.
- ¡ oye!- exclamó separándose de él.- que vamos a dar un espectáculo.
- Si hubiera gente si, pero aquí no hay problema.
- ¿No trabajabas hoy?
- Si, pero me he escapado un rato y he venido a darte una buena noticia.
- Te he encontrado un trabajo nuevo.
Laia lo miró intrigada
-¿ De qué que trata?
- La tía de un amigo mío está buscando a una ayudante para su tienda de decoración y como sé que esas cosas te van he pensado que podrías ir a la entrevista.
La cara de Laia se iluminó de repente y volvió a abrazar a su novio.
- ¿Y cuando es la entrevista?
- Esta tarde a las ocho.
- Pero hasta las ocho y media no cierro aquí.
. No está muy lejos y puedes hacer una excepción cerrando antes.
- ¿ y si llama mi jefe?
. Pues le dices que te has puesto mala y le llamas a las ocho para decirle que tienes que cerrar la tienda antes de lo previsto. - Mark se sacó del bolsillo de su tejano la cartera para sacar un papel con la dirección de la entrevista. Se la entregó a Laia.
- Pero me sabe mal mentir a mi jefe.
- ajajá, mira que eres buena Laia. Tu jefe ya te contó que esta tienda iba a ser cerrada y que no podría llevarte a alguna de las otras así que no tienes mas remedio que buscarte la vida.
- Tienes razón pero entonces es mejor que le diga la verdad.
- Ni se te ocurra porque pensará que menosprecias la tienda y entonces se enfadará.
Laia miró hacia el teléfono que descansaba en la estaría que se encontraba detrás del mostrador y asintió con la cabeza a Mark.
- Tengo que marcharle ya, sólo he venido para desearte suerte.- volvieron a besarse y se despidieron no sin antes quedar para cenar en un pequeño restaurante al lado de la iglesia de Santa María del Mar.
Laia se pasó toda la tarde pensando en la entrevista y no prestó mucha atención a los clientes que pasaron por la tienda, ni siquiera a la señora mayor que había comprado el colgante de azabache que tan amorosamente había puesto en el escaparate antes de la llegada de Mark.
Mark.
Había conocido a Mark hacía poco más de medio año. Tenían una amiga en común e hizo que se conocieran en una especie de cita a ciegas sin que ninguno de los dos lo supiera. El plan de su amiga fue quedar con Laia y al mismo tiempo con Mark en el cine y luego una vez echas las presentaciones y con las entradas compradas María dio una excusa poco convincente y se largó a todo corrrer. Como tenían las entradas compradas las aprovecharon y fueron a verla juntos Después de salir del cine decidieron ir a cenar y una cosa llevo a la otra. La atracción fue mutua y en un mes de citas más se acostaron y luego comenzaron a salir como pareja.
Laia llamó a su jefe a la hora prevista llena de nervios y pareció creerla sin ningún reparo, así que cerró la tienda y se dirigió hasta Urquinaona, donde estaba situada la tienda. La vio nada más llegar a la calle con letras grandes “DECASA, decoración interior”. Abrió la puerta y una pequeña campanilla resonó por toda la tienda.
- Buenas tardes- dijo a la dependienta que había salido de la trastienda a recibirle. Era una chica joven, de unos veinte años, pelo negro y largo lleno de atrayentes tirabuzones.
- Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarle?

miércoles, 4 de marzo de 2009

CAPITULO TRES. EL INCIDENTE

Juan apresuró la marcha por la calle Don Jaime I al darse cuenta de que le seguía alguien. Había mirado atrás para saber de quién se trataba pero sólo estaba él y las sombras que proyectaban las luces de las farolas.
Eran las doce de la noche cuando una llamada a la habitación del hotel le había despertado. Se trataba de Mauricio, un amigo de la universidad y con quien había mantenido unas serie de emails en los últimos meses. Sus conversaciones se basaban en unas posibles pruebas sobre una nueva localización, cerca de El Cairo, de una tumba faraónica. Había hablado de todo aquello con Mauri porque él tenía amigos influyentes a los cuales podía acudir si necesitaba más tiempo para seguir con su búsqueda en tierras africanas. Su periodo de excavación expiraba en pocas semanas y no tendría tiempo de encontrar el emplazamiento y excavarlo. Juan había quedado en ir a visitarlo a Zaragoza, ciudad donde residía, para hablar en persona sobre su investigación y habían quedado a la mañana siguiente en la puerta de La Seo pero la llamada de la noche le había preocupado porque había cambiado la hora para quedar con él a las dos de la mañana en el mismo lugar. Eso lo había inquietado.
Llegó hasta la Plaza de la Seo, desierta, y se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta al notar como el frío cierzo de primavera comenzaba a soplar.
Estuvo más de una hora esperando hasta que vio acercarse por la plaza del Pilar a Mauricio. Andaba muy deprisa y cuando llegó hasta él le empujó para que siguieran andando
- ¿Qué pasa?- exclamó Juan asustado.
- Vamos- le dijo- no nos podemos quedar parados aquí.
- ¿ Por qué?
Rodearon la Basílica por el lado izquierdo hasta llegar a la calle Mundi y torcer hasta el río.
No pudieron seguir más porque un hombre les cortó el paso.
- ¿ Tenéis prisa?- dijo con tranquilidad.
Ambos hombres se pararon en seco y Mauri empujó a Juan para dar la media vuelta sin hacer caso a aquel desconocido, pero otro hombre se interpuso en su vía de escape.
- Este es el final de trayecto- dijo el otro.
- ¿Quiénes son ustedes?- dijo Juan. Aquella situación no le estaba gustando nada y el temblor de su acompañante no ayudaba a amainar el temor que estaba empezando a sentir.
- Unos amigos de Román.
- ¿Román? No conozco a ningún Román- exclamó Juan incrédulo.
- ¿A que tu amigo sí que lo sabe?
Juan miró a Mauricio quien estaba sudando a mares pero no dijo nada. Simplemente comenzó a correr dejando atrás a Juan. Uno de los dos desconocidos salió corriendo para perseguirlo.
- ¿Qué quieren?
- Toda la información de la excavación
- ¿ De qué está hablando?
- De su excavación en Egipto Doctor Cazorla.
-¿ Cómo sabe mi nombre?
- Eso no importa. Sólo quiero la información.
- Pero no la tengo aquí.
- Sólo necesito su clave de acceso para entrar en su ordenador.
Estos hombres sabían de que iba su trabajo y querían quitarle todos sus meses de dura investigación.
- No pienso darle mi clave.
- En ese caso…- dio mientras sacaba una pistola entre su ropa.- no tendré más remedio que matarle
- Entonces no tendrá mi clave.
- No esté tan seguro, su familia quizás la sepa- y acto seguido le golpeó la cabeza con la culata.
Lo último que vio Juan antes de desmayarse fue un coche que había aparcado frente a ellos, y su último pensamiento fue para su hija Celia.

martes, 3 de marzo de 2009

Capitulo dos. Laia


El pequeño apartamento que tenía alquilado Laia era todo lo que podía permitirse tener en esos momento. Su trabajo, dependienta de una tienda del barrio del casco antiguo de Barcelona, no pasaba por un buen momento y las ventas no eran las suficientes como para que sus puertas se mantuvieran abiertas mucho tiempo más. Sin embargo, hacía todo lo que podía para recaptar clientes y se las ingeniaba para que el escaparate de la tienda fuera lo bastante atractivo como para que la gente entrara a mirar y comprara algún colgante aunque fueran de los más baratos. Su jefe tenía dos tiendas mas abiertas, en otros lugares de Barcelona, como aquella pero la de Laia era la única que le daba unos beneficios muy escasos y no tardaría en cerrarla.
Laia comió cuatro cucharadas de la crema de espárragos prefabricada que había preparado en unos pocos minutos y luego se calentó los restos de la carne de la noche anterior en el microondas. Mientras, miraba las noticias del pequeños televisor que descansaba sobre una pequeña mesita, comprada en el Ikea, y se decía que debía de volver a esos grandes almacenes para comprar una estantería para poner los libros que tenía amontonados en una de las esquinas del minúsculo salón. Tendría que pedir prestado el coche de Carlos para ir y eso suponía otro encuentro con él en el café italiano de la esquina aguantando sus charlas que siempre trataban del mismo tema: su madre. Él y Laia se conocían desde la infancia porque habían sido vecinos del mismo edificio y hacía unos meses habían coincidido en un pub y se habían puesto a charlas de los viejos tiempos. Al final de aquella velada Laia sabía más cosas de la madre de Carlos, con la cual aún vivía, de lo que hubiera querido saber, pero a cambio le había prestado el coche para hacer unos recados.
Siguió pensando un rato más sin prestar atención a lo que hablaban en el telediario y se acabó los restos de comida. Puso los platos en la pica sin tener ganas de lavarlos y pensando que lo haría por la noche se tumbó en el sofá poniéndose una fina colcha sobre ella. No tardó en dormirse y al cabo de media hora sonó el despertador para volver al trabajo. Lo bueno que tenía de estar cerca del trabajo era que podía pasar los descansos del mediodía en su casa y en su sofá y se ahorraba algún cutre menú de algún bar. Se vistió sin prisas con los misma camisa verde y los mismos tejanos y fue al lavabo para lavarse la cara, peinarse, maquillarse y hacer un pis. Cogió el bolso y cerró la puerta con llave.
Su piso era un segundo y estaba situado en una calle que se llamaba Arenes de Sant Pere, entre Sant Pere Mès Alt y Més Baix. No es que fuera un buen barrio pero era muy céntrico y no tenía que pagar mucho de alquiler.
Llegó hasta Layetana y cruzó para adentrase en una de las calles que comunicaban la gran avenida con la Puerta del Ángel. Subió la persiana de la tienda a media altura y se metio agachándose para volver a bajarla tras de sí. Después de encender todas las luces y preparar la caja abrió la persiana a las cinco de la tarde.

lunes, 2 de marzo de 2009

Hola
Iba a escribir un capítulo cada día pero creo que va a ser imposible seguir ese ritmo asi que es mejor que vaya turnando los días y unos los dedique a los capítulos y los otros a algún comentario propio, así tendré tiempo de preparar la continuación de la historia.
Aún no he hablado de mi serie favorita de ciencia ficción: Stargate. Ya habéis visto que he puesto un enlace a la página web oficial de la serie. ( hablo como si alguien leyera el blog, es gracioso y si fuera así me gusta que se comentaran las cosas que escribo). La historia es la continuación de la pelicula con el mismo nombre. La historia empieza cuando en Egipto, en el año 1943( exacta no es la fecha) un grupo de arqueólogos encuentra un inmenso circulo de un metal que no existe en la tierra. Pasan los años y descifran su significado ( ese es Daniel Jackson) y resulta que el aparato crea un agujero estable de gusano que comunica con otros planetas muy alejados de la Vía Láctea. Así es como se crea el comando Stargate SGC. Deciden Crear grupos de cuatro personas para que investiguen otros planetas. El grupo protagonista es el SG1 comandado por Jack O’ Neill (Richard Dean Anderson, mas conocido como MacGiver), luego tenemos a Samantha Carter (Amanda Taping), el arqueólogo Daniel Jackson (Michael Shanks) y Teal’c ( Christopher Judge) que es alienígena. Todos ellos luchan contra la destrucción de una raza llamada los Goauls que intentan dominar la galaxia, pero no es tan sencillo como parece porque hay diferentes Goauls y éstos se creen dioses. Realmente son pequeñas serpientes que toman a humanos como huéspedes y los controlan. Podría enrollarme con todo este mundo pero se que para quien lo le guste puede llegar a ser pesado en leer tanto sobre el tema.
Otro día tengo que hablar de Star Trek que también es una serie genial y muy conocida.
Un saludo para quien me lea.

domingo, 1 de marzo de 2009

CAPITULO UNO. CELIA

Celia miró a través de la ventana de la sala de estar y vio como las nubes de tormenta habían inundado el cielo claro y despejado de primavera en pocos minutos. Las gotas de lluvia comenzaron a caer casi al instante y se sentó en el sofá para contemplar como el agua regaba todo el jardín de casa. El limonero que había plantado hacía una semana comenzó a moverse por el repentino viento que se había levantado.
- Tendré que asegurar su tronco con un palo grueso- se dijo mientras lo observaba y rezaba para que no se cayese. Decidió salir al jardín y asegurar el árbol antes que esperar a que el viento lo destrozase.
Se calzó las botas de agua y salió al jardín con el soporte para el árbol. Las gotas de lluvia mojaron toda la ropa y el pelo de Celia pero a ella no le importó y protegió al árbol con unos alambres alrededor del palo y el tronco del limonero. Después de acabar con el trabajo corrió hacia la entrada de la casa por el jardín y se dirigió hasta su cuarto para quitarse toda la ropa y ponerse su albornoz blanco. En ese momento llamaron por teléfono.
- ¿Diga?- dijo mientras se quitaba el exceso de agua de su pelo con una toalla.
- Hola cariño - era una voz femenina
- ¿Mamá?
- pareces sorprendida de oírme
- ¿No estabas en Mikonos?
- Y lo estoy, pero quería asegurarme de que estabas bien.
- Mamá, solo hace un día que te marchaste y ya sabes que papá lleva un mes fuera de casa en otra de sus excavaciones en Egipto.
- Lo se, pero es que…- su madre no vivía con ellos desde hacía cinco años y seguía preocupándose cada vez que su ex marido dejaba a su hija sola en casa tanto tiempo
- Siempre estoy sola, mamá
- Lo se, lo se pero eres mi única hija y me preocupo por ti.
- Y te doy las gracias, pero tú disfruta del sol griego y vuelve con un montón de fotos que enseñarme y muchas anécdotas que contar.
- De acuerdo. Cuídate.
- Y tú también.
Y acto seguido colgó el auricular y abrió la cómoda para sacar ropa limpia.
Después de vestirse fue hasta la cocina para prepararse un chocolate caliente como merienda. No es que lo hiciera de una forma habitual pero aquella tarde le apetecía leerse un buen libro en el sofá del comedor con una taza bien caliente de chocolate.
Con la taza de chocolate recién hecho se dirigió hasta la sala de estar y se sentó en el mullido sofá. Dejó la taza apoyada en la mesita central toda de madera y de estilo colonial y cogió el libro que llevaba varios días leyendo titulado El mundo de Sofía.