viernes, 20 de marzo de 2009

Hola,
He podido terminar un capítulo antes del fin de semana. Ahí va:


CAPITULO DOCE. LA DESAPARICIÓN

Tomás decidió ponerse algo más informal para ir a visitar a la mujer de Mauricio. Se puso los tejanos y una camisa a rayas azules de manga corta. Se volvió a mirar al espejo, cogió el peine y se peinó en ondulado cabello negro. Se puso las gafas y salió de la habitación cogiendo la tarjeta magnética.
Caminó sin mucha prisa, eran las nueve de la mañana y pese a ser fiesta mucha gente no tenía el privilegio de no trabajar por lo que el centro estaba lleno. Se paró en la parada de autobús y esperó poco más de diez minutos hasta que llegó el que buscaba. Tras picar el billete en la máquina se sentó en el único asiento libre que quedaba.
Tomás miró las calles de la ciudad sin mucho interés, su mente estaba absorta en Juan. Llevaba más de cinco años trabajando para él y lo consideraba un amigo de los de verdad. El día que lo conoció fue en la universidad donde estaba impartiendo una de sus clases. Cuando acabó la clase se acercó a él le debatió un punto con el que no estaba de acuerdo en su exposición y, tras discutir un rato, le dio la razón. Desde ese momento Juan se fijó en él y siguió sus pasos en la carrera hasta que la acabó y le propuso ser su ayudante en una expedición que tenía que hacer a Egipto. Que nada más acabar la carrera te propongan algo semejante es un privilegio. Así que se marcharon los dos a África y desde entonces han trabajado juntos. Ahora se sentía culpable por no haberle acompañado a Zaragoza cuando se lo propuso hacía una semana, si hubiera ido seguramente ahora estaría bien.
El autobús pasó el río Ebro y llegó hasta el Actur donde se bajó en la parada de Gran Casa, un centro comercial. Se encaminó por unas calles adyacentes y llegó hasta el bloque de Carmen. Picó el segundo primera pero no contestó nadie. Lo volvió a intentar un par de veces más pero no hubo respuesta hasta que una mujer salió de la portería.
- ¿Por quien pregunta?- dijo amable la mujer.
- Por Carmen Sánchez, parece que no está ahora en casa.
- Precisamente he hablado esta mañana con ella y me ha dicho que se marchaba a un viaje.
- ¿Y sabe a donde?
- Lo siento pero no lo se. ¿Es usted pariente suyo?
- Un primo lejano.- mintió
- Pues lo siento pero se ha marchado y parecía tener mucha prisa. No hace ni una hora que la vi con una gran maleta y por eso le pregunté.
- Gracias- dijo Tomás.
- No hay de que.
Tomás vio alejarse a la mujer con el carro de la compra.
- ¿ y ahora qué?
No tenía ninguna pista pero Celia y Laia sí que podían dar con algo aquella misma mañana.

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