CAPITULO OCHO. TOMÁS
El hall del hotel bullía de actividad al estar situado frente a recepción pero a Tomás no le importaba y se hallaba sentado en uno de los cómodos sillones de cuero negro mientras se tomaba una copa y observaba por el gran ventanal como la lluvia mojaba todas la aceras y las limpiaba. Había estado tanto tiempo en el desierto que la lluvia que estaba mirando era como un bálsamo para él. Dejó de mirar hacia la calle y centró toda su atención en una chica joven que se hallaba frente a una máquina de refrescos de la entrada. No era especialmente atractiva, ojos grandes, frente ancha, nariz respingona y cara alargada pero las pecas que tenía sobre la nariz la conferían un aspecto pícaro y divertido, eso y su peinado que eran dos pequeñas trenzas a los lados de la cara que le llegaban hasta los hombros. Vestía de informal con unos viejos tejanos y una camiseta de manga larga lisa y negra. Tendría unos veinte años. La miró mientras golpeaba la máquina de los refrescos al no darle su bebida y profiriendo una palabrota se dirigió hasta la recepción para quejarse de la máquina. Tardó un rato en ser atendida porque había mucha gente y cuando lo consiguió uno de los empleados la ayudó y tras darle las gracias se dirigió hasta uno de los sillones que había al lado de Tomás. Como Tomás no pudo seguir mirándola cogió el Heraldo de Aragón y se puso a leer.
No pasó ni media hora cuando el botones se acercó hasta él.
- Es usted Tomás Fergusson ¿verdad?
- Efectivamente- dijo al tiempo que doblaba el periódico.
- Esta carta es para usted.
- Gracias- y le ofreció el sobre.
Tomás miró el sobre con su nombre pero no había remitente alguno. Lo abrió:
A las 22h de esta noche en la Plaza de Aragón frente a tienda Vips. Sea puntual.
Carmen V.B.
Era la respuesta que estaba esperando y se alegró por ello, y justo antes de levantarse la chica que antes le había llamado la atención se acercó hasta él.
- No he podido evitar al botones llamarle por su nombre. ¿ Es usted el ayudante de Juan Cazorla?
- ¿Y usted es…?- dijo mientras se levantaba.
- Soy Celia Cazorla, hija de Juan.
- Menuda sorpresa- exclamó Tomás sorprendido.- No tenía ni idea de que anduviera por la ciudad.
- Me parece que vengo por el mismo motivo que tu porque tampoco eres de estos lugares.
Tomás dudó en contarle la verdad pero era la hija de Juan y tenía todo el derecho de saberlo.
- Es mejor que no hablemos aquí, hay mucho alboroto. ¿ Te hospedas en este hotel?
- Ahora sí.
- ¿ Y que haces en este hotel?
- Es el hotel donde se hospeda mi padre cada vez que viene a Zaragoza y quería saber si estuvo aquí la última vez.
-¿ Y que te han dicho?
- Pues que es información confidencial y que sólo la policía tuvo el derecho de preguntarle. Me di jeron que les preguntara a ellos, pero no saben gran cosa y por eso estoy aquí de nuevo, para investigar por mi cuenta.
- Esto no es una película.
- Lo se, pero ellos no parece que hagan nada y estoy harta de esperar.
- Lo entiendo, lo mismo me pasa a mi, pero será mejor que lo hablemos esta noche en la cena.¿Te viene bien a eso de las siete y media aquí en el hall?
- ¿Tan pronto cenas
- Tomaremos algo antes.
- De acuerdo, nos vemos a esa hora.
Se dieron la mano y Celia se marchó en dirección a la calle.
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