Stena despertó, pero en vez de abrir los ojos lo primero que hizo fue escuchar el ruido que había a su alrededor. No estaba en el bosque, eso era seguro,porque escuchaba el crepitar del fuego y un reconfortante calor por todo su cuerpo. Debía de haberla rescatado su clan pero entonces algo le llamó a atención y fue un fuerte olor desconocido para ella. Abrió los ojos sobresaltada y se incorporó asustada sobre la cama. Estaba en una cabaña extraña. Pequeñas bolsas de cuero colgaban por todo el techo y también plantas resecas puestas boca abajo. Stena le recordó a la cabaña de Torgum, el curandero de su clan pero de algún modo era distinta, y debía de ser por el olor. Un hombre mayor y un joven estaban estados en una mesa comiendo. Stena intentó no hace ruido y volvió a tumbarse para analizar la situación. Cerró los ojos lo suficiente para que creyeran que dormía pero bastante para analizar a ambos individuos. El hombre mayor vestía con una gran túnica larga con capa desgastada de color gris oscuro, con un cinturón negro, no podía verle el rostro porque estaba de espaldas, pero sí el pelo canoso que le caía en cascada hasta media espalda. El otro desconocido debía de ser su hijo porque era muy joven, de una edad parecida a la suya. Llevaba una túnica corta hasta las rodillas de color verde con un cinturón con un broche, unos calzones negros que llegaban hasta unas botas altas hasta las pantorrillas de piel de conejo. Era moreno de cabellos ondulados que le llegaban hasta el cuello y podía verle el rostro porque estaba de lado charlando amistosamente con el otro hombre. Tenía una nariz pequeña, llena de pecas y rostro cuadrado. Algo llamó la atención de Stena y desvió la vista para fijarse en un tapiz que decoraba la parte de arriba de la chimenea y llevaba cosido el escudo del clan de los Balan: una gran liebre corriendo de color negro en un fondo amarillo. El corazón de Stena comenzó a palpitar con fuerza y echó mano a su cincho para buscar su cuchillo, pero por mucho que palpó no lo encontró. Claro, no la iban a dejar armada, eso era normal.
Se incorporó sin hacer ruido de la cama y dio varios pasos para dirigirse a la puerta que la había localizado a pocos pasos de ella.
Buenas noches- exclamó una voz tras de ella. Stena se paró en seco asustada y se dio la vuelta. Ambos desconocidos la miraban sonriendo. Ella abrió las piernas y alzó sus brazos preparada para luchar.
Alto, alto, muchacha- dijo el hombre mayor que ahora sí que podía verle la cara Stena y que le pareció de lo más agradable.- no vamos a hacerte daño.
Sois del clan Balan.- dijo dando varios pasos hacia atrás.
Si, pero no estás prisionera.
¿Entonces porque estoy aquí?- Stena no creía ni una sola palabra de las que le estaban contando.
Te encontré desmayada en el Bosque Profundo y te traje aquí.- el joven se levantó e intentó acercarse a ella pero el anciano le detuvo cogiéndole la muñeca.
Deberías de haberme dejado tranquila, mi clan estaba buscándome.
Tu clan ya se había marchado de zona, además no iba a dejarte a merced de los lobos.
Pues haberme llevado hasta mi clan si no ibas a tenerme prisionera.- Stena ya tocaba el pomo de la puerta y comenzó a empujarla cuando la cabeza volvió a darle vueltas y se agarró a la puerta con ambas manos para no caer al suelo.
Claro, y exponerme a que me apresaran ellos ¿no?
Déjala tranquila- exclamó el hombre mayor- aún está débil. Ha perdido mucha sangre.
Pues que vuelva a la cama y que nos deje ayudarla.
Ponte en su situación. - dijo el hombre mientras se acercaba hasta ella para ayudarla a llegar hasta la cama de nuevo. Stena protestó ante la ayuda pero estaba demasiado débil apartarse de él y se dejó llevar hasta la cama, donde se sentó para volver a tumbarse.
En ese momento alguien toco a la puerta y Breogán se asustó. Debía de ser alguien del clan buscando alguna poción. Tardin le tocó el hombro para calmarlo y se acercó hasta la puerta que entreabrió.
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