Breogan se escondió tras unos arbustos mientras una manada de lobos pasaba a su alrededor. Los había escuchado llegar y corriendo había ido a refugiarse, pero no estaba seguro de sí le había olido o no. Sacó su espada a modo de precaución y sin mover un músculo de su cuerpo dejó que todos pasasen raudos a su alrededor. Suspiró aliviado y salió de su escondite pensando que debían de estar huyendo de algo. Agudizó su oído para percibir algo inusual en los sonidos del bosque y entonces sintió unas voces lejanas gritando un nombre. Debían de ser del clan Kanla y parecían estar buscando a alguien en el bosque. Era mejor para él no encontrarse con ellos. Sus dos clanes habían sido rivales desde hacía años y si lo apresaban se convertiría en un buen motivo para iniciar alguna otra inútil lucha. Guardó su espada en la vaina y siguió caminando para encontrar la planta que le había mandado buscar el curandero Tardin de su clan. La hermana de Breogan se había puesto muy enferma y, como el druida no tenía ayudante aún, había mandado a Breogan para buscar la planta y sanar la herida que su hermana se había echo en una de las piernas por culpa de una mala caída contra una piedra. Tardin decía que él era muy bueno en diferenciar las plantas y conocía muy bien la que necesitaba el curandero. En más de una ocasión le había insinuado a Breogan que debía de ser su ayudante pero él negaba siempre con la cabeza, quería convertirse en un gran guerrero, como sus padres y no un mágico curander.
Breogán olisqueó el aire y de inmediato le llegó un olor conocido y perturbador, el olor de la sangre. Se dejó llevar por sus instintos y se topó con una chica desmayada en el suelo. Ese era el motivo por el cual el clan Kanla debía de haberse adentrado en el Bosque Profundo, el linde entre ambos clanes y territorio de los lobos. Se acercó hasta la muchacha y la tocó para ver si seguía con vida. Respiraba pero su cara no tenía muy buen color. Se incorporó para ver si las voces se acercaban hasta donde estaban ellos pero casi no se escuchaban. Parecían haber cambiado de dirección y eso no le gustó. Otro miembro de su clan la habría dejado allí o llevado a su aldea para hacerla prisionera, pero él no era como el resto de su familia. Le avergonzaba, si, pero no podía evitarlo y hubiera sido impensable dejar a la pobre chica allí estirada esperando a que los lobos volvieran. Por eso se quedó junto a ella para intentar despertarla tocándole las mejillas. La chica pareció moverse un poco pero no se despertó. No podían quedarse allí por mucho más tiempo, volverían los lobos, así que decidió cargar con ella a hombros. Pensaba mucho pero él tenía fuertes piernas y comenzó a caminar con la muchacha en sus espaldas a modo de fardo.
Lo primero que pensó fue en ir a una cueva cercana para cuidar de ella hasta que se despertara pero los lobos olerían la sangre y enseguida darían con ellos y Breogán no era suficiente para combatir con todos ellos. Quedaba descartado también en devolverla a los suyos porque estaba seguro de que a él lo harían prisionero, así que la única opción viable era llevarla hasta la cabaña de Tardin que se encontraba en los márgenes más alejados del territorio de su clan, los Balan y cerca del Bosque.
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