miércoles, 19 de enero de 2011


¿A quien no le ha pasado alguna vez de dejar algún objeto en un sitio y luego no encontrarlo en el mismo lugar donde lo dejaste?Mi sentido racional dice que es por despiste de mi cabeza pero mi lado fantasioso se decanta porunos pequeños duendes traviesos que cambiar las cosas de lugar para fastidiarnos. Es bueno tener un poco de imaginación para salir de la vida diaria.
Tengo un libro en casa de Brian Froud y Alan Lee que me encanta. Su título es Hadas y lo cogí de la Biblioteca para documentarme en mi nuevo manuscrito. Trata sobre diferentes seres feéricos y tiene unos dibujos preciosos que recomiendo ver porque merecen la pena.
Este fragmento que pongo a continuación es una balada que sale en el libro y trata sobre Tomás el versificador, poeta del siglo XIII. Pongo sólo un trozo porque es muy larga.






Yacía el fiel Tomás en una orilla herbosa
desde donde observó a una vistosa dama
una dama repleta de vida esplendorosa
cabalgando en el valle de la espinosa rama

Su falda era de seda verde hierba de mayo,
su capa maajestusosa de fino terciopelo
y luego, cada lado de la crin del caballo,
cincuenta camapillas que elevaban su vuelo

Quitóse el fiel Tomás su sombrero de prisa
y marcó una profunda y viva reverencia
Salve, Reina del Cielo, jamás una sonrisa
como la tuya he visto en toda mi existencia

Oh, no, fiel Tomás, oh, no,- le dijo ella
No, no me corresponde el nombre que me has dado
Tan sólo soy laa reina de mi Elfolandia bella
y para visitarte hasta aquí me he llegado

Conmigo, fiel Tomás, has de venir ahora,
sí, fiel Tomás, ahora debes venir conmigo;
durante siete años me has de llamar señora,
bien de grado o por fuerza, de veras te lo digo

Dio la vuelta el corcel, como la leche blanco,
y a la grupa subióse al punto el fiel Tomás
y siempre que las bridas le azotaban el flanco
el corcel obediente corrió cada vez más.

Cuarenta días justos, con cada noche bruna,
con sangre a la rodilla siguió su vadear
y en todo su camino no vio ni sol ni luna
pero sí oyó el constante bramido del mar

Cabalgando siguieron el camino delante
hasta que un jardín verde fue final de su ruta
Apéate, mi dama, la del claro semblante,
y deja que yo coja para ti alguna fruta

...
Baladas populares inglesas y escocesas
Francis James Child

1 comentario:

alihada dijo...

Me ha encantado el poema y tiene muy buena pinta el libro. Intentaré localizarlo para echarle un vistazo.
Gracias por compartirlo