viernes, 27 de febrero de 2009

hola
lo que escribo a continuacion es el primer capitulo de la segunda parte de Ona y el Recetario, se titula Ona y la poción de la náyade.

Capítulo uno
La cueva
La oscuridad era reina de aquellos túneles. Una negrura que inundaba cada milímetro de cada recoveco y que sólo era quebrada por las lámparas de aceite de los trolls, que viajaban entre los interminables pasadizos para trasladarse de una zona poblada por su gente a otra. Vivían en pequeños grupos que se distribuían por toda la pared rocosa. Cada una de las cavidades más grandes poseían una obertura al exterior para dejar pasar el aire fresco, que aunque no les gustaba mucho era necesario para ventilar el ambiente. Allí vivían los grupos más numerosos compuestos por una familia formada por el macho y la hembra, los hijos de éstos y los hermanos y hermanas de los progenitores junto con sus familias. Se podían contar unos treinta o más miembros. No eran muy amigables entre otros trolls que no fueran de su mismo círculo familiar pero necesitaban intercambiar ciertos artilugios para sobrevivir y además estaba el echo de que las parejas de debían formar fuera del grupo consanguíneo para que no hubiera malformaciones hereditarias. No abundaba la comida por aquellos túneles y cuando debían salir al exterior lo hacían de noche para coger algún enano u elfo despistado u otro animal de la Gran Bóveda. Era bien sabido que su comida principal eran los topos pero cada día escaseaban más a causa de la creciente población de trolls. También podían conseguir, de vez en cuando, algunos mendrugos de pan abandonados por sus enemigos.
Lumminus se levantó de su roca dispuesto a iniciar un nuevo día de duro trabajo ayudando a su nuevo amo. Llevaba más de cuatro meses a las órdenes del Señor y se moría de ganas por ser recompensado de tales esfuerzos. Estaba seguro de que pronto vería un montón de suministros extras para él y su clan en la cueva. Levantó los brazos para estirazarse y besó a su mujer en la frente. Cogió unas raíces y las masticó sin mucho entusiasmo ya que su sabor distaba de ser menos que deseable, y junto con una hogaza de pan más seca que su puño pasaría el resto de la mañana hasta que su Señor se dignase a compartir una parte de su comida con él. Comía menos que el resto de la familia porque sabía que su Señor se encargaría de alimentarlo bien, y así ahorraba en la economía familiar.
Cogió su bolsa de trabajo y se la ató al cincho del pantalón. Ya estaba listo para emprender el viaje.
El trayecto hasta la cueva del Señor era largo y pesado, una hora aproximadamente y cuesta arriba por unos interminables pasillos oscuros y poco ventilados. El olor a humedad y el poco aire respirable era el lugar apropiado para los trolls y a Lumminus le entusiasmaba aquel recorrido. Lo único que no le gustaba era el silencio y el continuo goteo que provenía de alguna brecha en las paredes y que daba a un río subterráneo.
Giró a la derecha en una intersección poco espaciosa llena de excrementos de trolls de otro clan y llegó hasta la cueva del Señor.
Allí lo encontró. Seguía durmiendo en su catre de paja arropado por una manta maloliente y llena de chinches. No deseaba despertarle porque sabía no que andaba de muy buen últimamente pero tampoco podía retrasarlo demasiado. Esperó unos minutos, sentado en la silla que había en frente y miró con intensidad al personajillo que le procuraba algo de trabajo a cambio de una buena comida. Si no hubiera sido por la magia que poseía y por la amistad que lo unió, durante unos años, a su abuelo ni siquiera le hubiera ayudado por mucha comida que le ofreciera.
Se acercó a él con cautela y lo zarandeó con suavidad.
El Señor despertó entre gritos de terror incorporándose con rapidez.
Buenos días- exclamó Lum. Su voz era ronca y el aliento apestaba a putrefacción, por lo que El Señor se levantó de un salto y puso una distancia prudencial entre ambos.
Hola Lum. ¿Ya han venido los otros?- dijo bostezando.
Aún no.
No podemos perder el tiempo esperándoles todos los días más de diez minutos. Siempre hacen lo mismo.
Si Señor.
Empieza tú
Si
Dejó a su Señor desayunando después de haberle dado a él un pedazo de carne fresca la cual se metió en la boca de una sola vez y la masticó mientras cogía los aparatos de excavar túneles de roca sólida. Bajó por la escalera de madera que había metida en un agujero en la misma cueva y siguió andando uno kilómetro hasta llegar al punto del día anterior. Continuó con su trabajo.
Al poco rato aparecieron Fu y Fa con sus palas encantadas e hicieron compañía a Lumminus en el principio de una larga jornada. Ambos trolls eran hermanos gemelos pero con caracteres totalmente distintos.
Mientras éstos trabajaban para ganar terreno a marchas forzadas Garlic comía un poco de carne reseca y una hogaza de pan. Odiaba tener que esconderse, de nuevo, en las cuevas, pero era el único lugar en el que no podrían buscar. Había pensado en esconderse en el exterior pero, en aquellos momentos, sus recursos eran escasos y no contaba con dinero para pasar algún tiempo fuera. Además de que era más peligroso al poder se descubierto por algún humelfo u otro ser. En los túneles era imposible encontrarse con alguien que pudiera delatarlo, además de que los conocía muy bien después de haber pasado en ellos unos años después de la batalla de las Rocas.
Así pasaron toda la siguiente semana: excavando hacia la superficie porque según los cálculos del Señor habían traspasado las fronteras de Ciudad Vigor y sólo les quedaba hacer una salida hacia la superficie.
La mano de Lumminus notó una ráfaga de aire fresco salía de entre las rocas frente a él, y al seguir excavando los primeros rayos de Mintel penetraron en la caverna, dejando, por unos momentos, ciegos a los tres trolls
Ves a avisar al Señor- exclamó Lumminus a uno de los hermanos.
Voy en camino
La sonrisa que se dibujó en el rostro del Señor era de triunfo. Lo habían conseguido y en tan solo cinco meses. Ahora venía la segunda parte del plan. Los elfos y enanos no sabían lo que les estaba esperando. Sólo necesitaba infiltrarse entre las líneas enemigas y esparcir la pócima. Todo estaba listo para la venganza que llevaba planeando durante aquellos meses de cautiverio en las sombras de los túneles.

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